Empresario devora «banana artística» adquirida por US$ 6,2 millones.
Empresario chino-estadounidense se come una obra de arte de $6,2 millones: “Está realmente muy buena”
Hong Kong – En un acto que fusionó arte, criptomonedas y espectáculo, el empresario chino-estadounidense Justin Sun, fundador de la plataforma de criptomonedas Tron, cumplió su promesa de comerse la obra de arte “Comedian”, una banana pegada a una pared con cinta adhesiva, adquirida por la suma de 6,2 millones de dólares en una subasta.
El evento tuvo lugar en un lujoso hotel de Hong Kong ante la presencia de decenas de periodistas e influencers que capturaron cada momento. Sun, de poco más de 30 años, comenzó con un discurso en el que calificó la obra del italiano Maurizio Cattelan como “icónica” y trazó un paralelismo entre el arte conceptual y las criptomonedas.
“Es mucho mejor que las otras bananas”, aseguró Sun tras darle el primer mordisco, agregando con entusiasmo: “Está realmente muy buena”.
La obra, creada por Cattelan y presentada originalmente en la feria Art Basel de Miami en 2019, provocó divisiones en el mundo del arte desde su primera exhibición. Consiste en una banana adherida a la pared con un trozo de cinta adhesiva plateada, simbolizando la naturaleza efímera del arte y las dinámicas del mercado artístico.
La semana pasada, el plátano fue subastado en Nueva York por la casa Sotheby’s, y Sun confesó que los primeros diez segundos tras ganar la subasta fueron de “incredulidad”. Sin embargo, en los siguientes diez, decidió que no solo sería el propietario, sino que también se la comería.
Cattelan, conocido por su carácter provocador y sus obras irreverentes, no ha emitido declaraciones tras el insólito evento. Sin embargo, no es la primera vez que su banana es devorada: en 2019, durante su exhibición original, un artista se comió otra versión de “Comedian”, llamándola una “performance artística”.
La extravagante acción de Sun vuelve a poner en el centro del debate los límites del arte conceptual y el impacto del dinero en el mundo del arte contemporáneo. Mientras tanto, el empresario parece disfrutar del revuelo generado, asegurando que “la experiencia de comerse una obra de arte tan costosa no tiene precio”.